A veces nos vemos tentados a reflexionar sobre nuestras vidas y decir, “Solo soy…”. Solo soy un niño o Solo soy un anciano o Solo soy alguien que trata de sobrevivir. Muchas veces lo que sigue es: “No puedo o No lo hago porque…” Estoy muy ocupado, No tengo tiempo, Apenas cumplo con mis obligaciones económicas, No puedo cooperar. Sin embargo, la respuesta más desoladora podría ser: “No soy especial. No tengo nada que ofrecer.”
Génesis 1:27 nos dice que Dios creó a los humanos a su imagen y semejanza. Todos somos únicos e invaluables. San Pablo nos dice en 1 Corintios 12:12-31 que todos somos parte del cuerpo de Cristo y “Pero Dios ha puesto cada parte del cuerpo en el sitio que mejor le pareció.” Todos tenemos algo de valor que ofrecer.
Vean su compromiso para con la iglesia a través de los ojos de Dios. Para los padres de una familia, dar de su tiempo puede ser el preparar la cena al final de un día muy ocupado o leer un cuento a sus hijos a la hora de dormir. Para un adolecente dar de su tiempo puede ser el tomar el tiempo para escuchar a un amigo o ayudarle con la tarea de matemáticas. Para una persona mayor dar de su tiempo puede ser apartar 20 minutos para rezar el Rosario o hacer una llamada a un amigo que se encuentra recluido
en su hogar.
¿No se han dado cuenta del valor de los talentos que Dios les ha dado? Valoren su habilidad para remover nieve en las aceras/banquetas de su vecindario. Compartan una sonrisa genuina con sus amigos y con los extraños, que es un talento hoy día difícil de ofrecer dado al uso de las mascarillas pero que todos podemos practicar y que realmente hace una diferencia. Utilicen el don de las palabras para escribir una nota, un poema, o hacer un dibujo que ilumine el día de alguien.
Reinventen el talento de su tesoro compartiendo una merienda, prestando una herramienta o haciendo galletas para un vecino. ¿Creen que puedan pagar la taza de café de la persona que está en la fila detrás de ustedes? ¿Creen que puedan añadir un dólar o dos para la colecta de San Vicente de Paul? Muchas personas no cuentan con grandes cantidades de dinero para hacer donativos pero eso no significa que no tienen
nada que dar.
No caigan en el “Síndrome de Algún Día”. Miren con un corazón abierto los dones que Dios les ha dado. Con gratitud, comprométanse a utilizar ese tiempo, talento y tesoro como buenos y fieles administradores… hoy.
-Mary Beth Huba, Consejo de Buena Administración (Stewardship Council)
Iglesia Católica Nuestra Señora de la Gracia
Noblesville