“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. - Marcos 11, 9
Las multitudes gritaban "¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor!". Eso es lo que escuchamos en este Evangelio de san Marcos del Domingo de Ramos cuando Jesús entra en Jerusalén. Sólo unos días después la multitud caprichosa se volverá contra él y se dejará llevar por la opinión pública, y la presión religiosa y política. En los dos últimos años del ministerio de Jesús la gente había optado por una de estas tres actitudes: Le amaban y creían en él; habían oído hablar de él y sabían que atraía a las multitudes, pero no estaban del todo convencidos; o, en tercer lugar, lo cuestionaban y de hecho lo despreciaban como blasfemo, y buscaban alguna manera de atraparlo.
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!” Estas palabras nos son familiares, ¿verdad? Proclamamos estas palabras cada vez que celebramos la Eucaristía cuando recitamos o cantamos el Sanctus o Santo, Santo, Santo. Nuestra fe hace que reconozcamos a nuestro Señor y lo proclamemos rey en cada Misa. Sin embargo, igual que la multitud caprichosa, al salir de la iglesia y volver a la sociedad podemos caer en nuestros viejos hábitos igual que la multitud caprichosa, cuando dejamos la iglesia y volvemos a la sociedad, podemos volver a caer en nuestros viejos hábitos, posiblemente pecaminosos, y dejar de reconocer a Jesús como Señor y Salvador.
En este inicio de la Semana Santa procura concentrarte en el significado de este tiempo tan importante. Las lecturas de toda la semana son un relato dramático de lo que nuestro Señor soportó hace más de 2,000 años. Dedica el tiempo para caminar con nuestro Señor y acércate a él mediante tu participación en las diversas liturgias de esta semana. Y si hace tiempo que no vas a la iglesia, te invito a que vengas esta semana a vivenciar el gran amor de Dios por ti.