Es la promesa celestial de Nuestra señora de Fátima en 1917, y hoy debe ser tomada muy seriamente por los que se consagren al Inmaculado Corazón de María.
Este plan, que es el llamado a cada uno de nosotros para la renovación de la Iglesia (y así del mundo), es el Triunfo.
Este plan de Nuestra Señora es simple pero intenso, como nuestro «SI», nuestro simple pero intenso «SI», dado por medio de nuestra consagración al Inmaculado Corazón de María, permite ponernos al servicio como un apóstol para su triunfo. Un «SI» que está listo para aceptar tanto las alegrías como las penas.
Hay muchos que hablan con frecuencia en nombre de Ella; sin embargo, son sus propias palabras las que quedan en sus labios.
Tenemos que hablar con las palabras de Ella, a Ella debe permitírsele hablar a través de nosotros, por esta razón, para convertirse en un Apóstol para su Triunfo no es necesario título, calificación o conocimiento de vidente, ni cantidades de libros escritos o leídos, ni los discursos pronunciados; la única petición de Ella es nuestra conversión a su Hijo, dar testimonio en cada ocasión, en cualquier tiempo y lugar, y tener el valor de no hacer proyectos: ¡ELLA LO HARÁ TODO!.